domingo, 18 de agosto de 2019

Monos: El oscuro ritual de la obediencia


Por Carlos Alberto Campos

Cuando la pantalla deja de ser solo un medio para contar historias, la luz y la oscuridad; el silencio y el sonido, son capaces de provocar nuevos y diferentes latidos en el corazón de cualquier espectador. Quien momentos antes, era solo una parte del público, ahora -frente a la pantalla- se entrega y se vuelve cómplice de una obra de arte.

El cine es un arte contagioso, en el que ciertas películas logran disolver las fronteras de la percepción en un individuo o un colectivo. Y cuando lo hacen, sus repercusiones trascienden los heredados reinos del conocimiento y nos impulsan a avanzar -ya no guiados por la mano de alguien más, como en la época escolar-, sino a través del vivir un mensaje claro e íntimo, aunque no absoluto, que la película trae consigo. La madurez de un cineasta pone al descubierto la inmadurez de un espectador, y al revés.

Alejandro Landes
(Imagen de semana.com)
Monos es el tercer largometraje de Alejandro Landes, director colombo-ecuatorino, nacido en Brasil. Después de su documental Cocalero y de su afamada Porfirio, Monos es una película grande, trascendental y universal. Lo que puede ser el resultado de las diversas nacionalidades involucradas en el proyecto, no solo por parte de su director, sino también de su elenco actoral y de su equipo técnico. Monos logra lo que recientemente ninguna otra película colombiana ha logrado, y es invitarnos a descubrir la naturaleza de nuestros miedos, nuestros instintos y nuestros apetitos, como el camino a seguir para redimensionar nuestra percepción de la guerra, a través de códigos, lenguajes y simbolismos poco explorados en nuestra cinematografía, cuando se tratan estos temas.

(Imagen de caracol.com)
El juego y la obediencia hacen parte del mismo ritual en un grupo de niños que se preparan cada día para enfrentar un enemigo que parece invisible. Un enemigo que sólo es capaz de destruirlos; de superarlos con bombas y disparos, y que cuando los tiene muy cerca -y lejos del combate- no sabe qué hacer con ellos. La selva se convierte en su casa segura, donde se cultivan ideales y donde también se baila, se alucina y se deleitan los ‘frutos de la tierra’, intentando lidiar con la crueldad que desde ese lugar se gesta, porque hasta el momento no hay otro terreno conocido, ni otra forma de sobrevivir.

Monos es un grupo de combatientes que no se parecen a lo que creemos. Sus rostros y sus formas de ser los asemejan más a las personas de la ciudad, a sus hijos o a los del vecino. Desde allí nace la confusión que se transforma en sorpresa a lo largo de 145 minutos de película, donde luces y sombras; silencios y sonidos, le apuestan a trastocar los sentidos del espectador, sacándolo de su comodidad para darle la oportunidad de hacer parte de un relato donde se es víctima y victimario al mismo tiempo. Un espejo primitivo de la realidad interna de cualquier espectador, que sólo la pantalla de cine puede lograr con la complicidad de la sala oscura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores