domingo, 24 de mayo de 2015

EL ABRAZO DE LA SERPIENTE Y EL PRIMITIVO RELATO DEL CINE

Por: Carlos Alberto Campos  

El nativo se mueve por la selva cuidadosamente; él sabe que le han quitado algo, pero su conciencia le alerta  que aún le podrían arrebatar mucho más. Sus tierras, las tierras de sus ancestros y del universo han sido visitadas por hombres que no se comparan con las bestias y que desconocen  su territorio como desconocen el valor de la vida. La indeseable presencia de los visitantes y el color diferente de su piel se grabaron en la memoria del nativo como la imagen de un pueblo capaz  de hacerse daño a sí mismo y a sus semejantes; mientras transitan un camino de muerte, destrucción y  sometimiento que optaron trazar. 

(imagen tomada de elantepenultimomohicano)
Con el tiempo, para el hijo del Amazonas la tierra parecía ajena: las cosas ya no le hablaban, tampoco las piedras, ni los árboles le decían nada; porque los saberes que contenían las plantas y todo lo que existía, de repente, se habían convertido en la  mercancía de un pueblo invasor. Un pueblo para el cual  la ciencia, la ignorancia, la religión, el comercio  y el crimen,  hacían parte de una misma política que ahora se encargarían de extender por medio de su lengua; sus banderas; sus conceptos; sus armas y sus cristos.

Cuando las deidades de América transitaban por la selva, entre los indígenas, y por el espacio, con los espíritus, los demonios se abrieron paso entre los religiosos del catolicismo y entre los gobiernos, engendrando dos tipos de individuos que, por tradición heredada e infundada, se perpetuaron con quienes hoy día habitamos estas tierras. En aquel tiempo, como ahora, un pueblo entero podía sucumbir ante la palabra y el látigo  de un solo hombre. Sin embargo, también la nobleza de un solo hombre podía ser suficiente para transmitir el legado del conocimiento convertido en un don que favoreciera la vida de cualquier pueblo, logrando  reconciliar a los hombres con la naturaleza.

El abrazo de la serpiente, obra del arte cinematográfico,  de origen colombiano, no es una mercancía, y logra ser más que la joya de una corona. Es el resultado del trabajo consciente de un director y de una producción, motivados por conectar ese relato primitivo tan desconocido y tan olvidado por el público colombiano sobre su propia realidad; la realidad de su origen, y su repercusión en la situación actual, por lo menos en lo que a grupos étnicos, identidad y recursos naturales se refiere. Relato que sobrepasa los límites de la ficción y que pese a reflejar de alguna forma  algo que hoy día ocurre a lo  largo y ancho del país, es fácilmente silenciado por la inmediatez  de cuanto espectáculo permea el acontecer nacional: basta con seguir cualquiera de nuestros noticieros  para identificarlo.

La película, basada en las notas tomadas por los exploradores Theodor Koch-Grunberg, etnólogo de orígen alemán y el botánico estadounidense Richard Evan; quienes con 40 años de diferencia en sus travesías por la selva del Amazonas conocen al chamán Karamakate, se convierte en una interpretación de la relación de la cultura occidental con un mundo de saberes indescifrables encontrados en América. Esta vez, gracias a su director, Ciro Guerra, esta relación es concebida, no desde los mismos imaginarios occidentales ampliamente desarrollados por el cine y la televisión convencionales, sino descritos por medio del espíritu ancestral de los mismos nativos del Amazonas y por toda la luz de su universo, que como espectadores presenciamos  en la oscuridad de la sala de cine.

Imagen tomada de www.14ymedio.com 
Ciro Guerra sigue su camino reconstruyendo hombres y mitos e historias en el cine colombiano: ya lo hizo con La sombra del caminante (2004); con el juglar vallenato en Los viajes del viento (2009), y ahora lo logra una vez más con uno de los últimos guardianes de la selva en El abrazo de la serpiente, desde esta semana en cartelera en las salas de Cine Colombia.

Desde que el cine colombiano dejó de apostarle al lenguaje televisivo como única vía para atraer público a las taquillas y  recuperar la enorme inversión económica que implica hacer una película, hemos avanzado a pasos colosales en el encuentro y desarrollo de nuestras propias narrativas. Esta ‘nueva’ forma de concebir la cinematografía nacional no es reciente y ha sido demostrada por obras que apenas han pasado por las salas de exhibición del país pero que al igual que El abrazo de la serpiente se han llevado todos los elogios y reconocimientos por públicos extranjeros. Esta película ha sido catalogada como una de las diez mejores películas del festival de Cannes, evento en el que, luego de  recibir la ovación de diez minutos por parte de los 1.500 espectadores que vieron su estreno el pasado 15 de mayo, recibió el Premio Art Cinema Award a mejor película en la Quincena de Realizadores,  dada la calidad y el empeño que le imprimen sus realizadores por compartir con el mundo las verdaderas obras de arte del cine colombiano.


Que esto se ponga en duda o no, ya es un asunto de gustos, aunque en  algunos casos, para reconocer los logros de  nuestra cinematografía, la condición es de estar o no bien informados…

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