jueves, 16 de marzo de 2023

CUANDO LAS AGUAS SE JUNTAN, LAS MUJERES NO QUIEREN MÁS GUERRA

por

Carlos Alberto Campos Tapias

Dentro de los imaginarios y los mitos malintencionados que la violencia de género ha impuesto en un país como Colombia, donde la guerra -como muchas otras guerras alrededor del mundo- es otro fruto dañino de la cultura del patriarcado, hablar de las mujeres, e incluso hablar por las mujeres, se volvió una costumbre de la que se desprenden chistes, calumnias, sometimientos; y, siendo igual de realistas: violaciones y todo tipo de abusos hacia los seres humanos “dadores de vida”. Curiosamente, sobre las mujeres se enseña más de lo que se les ha permito decir, o más de lo que se les quiere escuchar. De las mujeres se dice (y se dijo) desde escenarios como la política y hasta en la misma filosofía, que son seres imperfectos o, de alguna forma, portadoras de la imperfección: que torcieron el propósito de algún creador del mundo… En escenarios más coloquiales y de uso común, se dice que las mujeres suelen llevar consigo los chismes, las apariencias, la vanidad, y que ni ellas mismas logran ser amigas o solidarias entre sí. Nada más lejos de la verdad; verdad que, por supuesto, aún no se ha revelado del todo. El escenario sigue siendo ‘torcido’ para las mujeres, pero tarde o temprano, la fuerza femenina hará sonar su caudal, y cada cultura y sociedad será inundada de su especial forma de hallarse y de ser en el mundo, cuando las aguas de este cauce se junten cada vez más. 

Cuando las aguas se juntan es una película documental que se estrenó por los días cercanos al 8 de marzo, fecha en la que el mundo occidental conmemora el Día internacional de la mujer. Y mientras muchos discuten, año tras año, el auténtico sentido de este día en el calendario, su directora, la periodista y documentalista Margarita Martínez Escallón, le presentó al país este largometraje de 85 minutos de duración, que cuenta como nunca antes, los testimonios de por lo menos 45 mujeres sobrevivientes del conflicto armado colombiano y su compromiso para no seguir siendo parte del miedo que las silenció y las utilizó como trofeo en medio de la siembra de coca, del reclutamiento y el desplazamiento forzado, y la lluvia de plomo y de bombas, que por más de 6 décadas bañó con sangre amplias zonas rurales y zonas urbanas apartadas de las grandes capitales del país.


Sobre esta película se vale escribir poco, porque toda su riqueza, tanto visual como conceptual, sólo se logra transmitir al atreverse a degustarla de primera mano, en el silencio y la oscuridad de la sala. Sus primeras imágenes se desbordan de belleza al recrear en una gota de agua toda la vida que desde allí se puede generar, para dar paso a los ríos que corren desde distintas regiones, y que tienen en común que esta vez no llevan cuerpos asesinados, sino, por el contrario, los testimonios de las mujeres que, como el agua que corre por allí, esperan juntarse en un río más grande donde las voces femeninas nunca más se puedan silenciar.

Cuando las aguas se juntan las mujeres no quieren más guerra; ni seguir siendo víctimas, ni mucho menos tener que implorarles a sus victimarios en los tribunales que reconozcan sus culpas; ni suplicar por no saber dónde enterraron a sus hijos, a sus esposos y a sus hermanos, o qué fue de ellos. Porque el haber sobrevivido a la violencia no les hace pensar que la guerra terminará pronto; por el contrario, como algunas de ellas lo expresan en la película: a pesar de seguir su llamado para ayudar a reparar lo que la vida les dejó, por desgracia y tradición de la inoperancia política estatal, esta violencia se puede repetir, y, de ser así, volverán más mujeres a sentir lo que es perder a sus hijos y demás familiares en una guerra que parece ensañarse contra los más pobres. Todo esto, orquestado desde un país que no entiende la paz y que prefiere aceptar sin mayor culpa a la guerra, especialmente quienes no la sufren, en lugar de darse la oportunidad de comprender el conflicto, para mermarlo; reducirlo y, por qué no, hacerlo desaparecer.


(imágenes tomadas de las páginas web de: Caracol radio y Radio nacional de Colombia)

 

 

viernes, 27 de enero de 2023

PEPE CÁCERES - La admiración que se sale de las entrañas

Por

Carlos Alberto Campos Tapias

No se sabe qué fue primero: ¿la admiración o la envida? Una frontera imaginaria que, aparentemente, separa estos dos sentimientos desde el discurso de la mente, termina por disolverse, apoderándose de cada órgano y cada tejido. Y entonces, la gente -llevando consigo esta confusión en cada paso y cada respiro-, termina saludándose en la calle, cortés y temblorosamente, con aquel que considera “su competencia” o incluso su enemigo. Y la vida continúa.

Dicen que el deseo es una forma elevada de admiración; una práctica que encierra o libera sensaciones, suficientes para motivar a alguien a conquistar aquello que a simple vista parece no ser fácil de lograr. Desear algo o a alguien no requiere de experiencia, e ir tras su satisfacción implica valentía y, aunque no todo lo que se desea resulta conveniente, siempre impulsa a las personas a superar las expectativas que tienen de sí mismas.

Es cierto que gran parte de la humanidad ha abierto los ojos frente a la denominada “fiesta brava” y con orgullo y valentía rechaza este tipo de espectáculos donde se sacrifica una vida, totalmente inocente, en aras de una cultura pretenciosa y decadente. Sin embargo, no se puede negar la admiración que despierta aquel que emplea su vida en realizar sus sueños, porque esto implica esfuerzo, sacrificio y una buena dosis de nobleza, como en el caso del recordado torero colombiano, José Humberto Eslava Cáceres, mejor conocido como Pepe Cáceres.




Pepe Cáceres
, la película, es el homenaje que su propio hijo: el actor y director Sebastián Cáceres, le hace a este ser humano, que desarrolló su carrera desde 1950, y que desde las limitadas posibilidades que le brindaba su pueblo y su entorno familiar, decidió desde niño saltar al ruedo y conquistar ese mundo donde se encontraba consigo mismo a través del toreo. Una tarea nada fácil, especialmente para un matador como él, que lidiaba con el recuerdo de la forma como vio morir a su padre, lo que quizá redundaba en su deseo de salvarle la vida al toro, cada vez que el animal despertaba su respeto y admiración en medio de la faena.

Esta película ingresó a la historia del cine colombiano desde el pasado 19 de enero del presente año (2023). Su propuesta fotográfica y su guion es admirable y en algunas escenas es fácilmente reconocible la cercanía de su imagen con las pinturas de grandes exponentes de la historia del arte. Pepe Cáceres, además de ser codirigida por su hijo, junto al productor Camilo Molano Parra, es también protagonizada por él, haciendo mayor este homenaje, gracias a la magia que una profesión tan diferente del toreo, como es el cine, le permite disfrutar a cualquier espectador.






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