jueves, 5 de noviembre de 2015

En cines ¡Que viva la música!

por Carlos Campos

"Aprende a sabotear los cines" fue una de las frases del testamento implícito que Andrés Caicedo escribió al final de ¡Que viva la música! y que el director caleño, Carlos Moreno, siguió con mayor fidelidad para hacer su propia desadaptación de esta novela en la gran pantalla.

Fotografía de elpais.com
(Des)adaptar una novela a la que muchos, -no todos- consideran una obra maestra, que por supuesto tiene sus méritos en la historia de la literatura colombiana, no ha de ser una tarea fácil para ningún director. Desde el más experimentado; el que despierta mayor fervor entre espectadores, conocedores o desprevenidos, o el más osado de los desconocidos, tendrá en sus manos una labor que suele confundir a las mayorías: a veces se espera que una película que se basa en un libro sea un retrato vivo que permita redescubrir lo que el texto ya mostró. Ninguna gracia tendría considerar  así una adaptación. 

Por el contrario, atreverse a contar de nuevo y bajo otras formas un relato ya conocido, que ha despertado tanta devoción entre sus seguidores, es quizá una mejor forma de hacerle un homenaje a la obra literaria que se adapta, o como en el caso del director Carlos Moreno, una obra que se desadapta. ¡Que viva la música!, la película, se desadapta de principio a fin, y su autor, quien desde 1974 ya no está con nosotros, sería el testigo omnipresente de este sabotaje en lenguaje audiovisual; que ni su propia genialidad -la que conservaría en la época en que escribía sus obras-, le permitiría suponer en qué tipo de película se intentaría mostrar lo que fue su novela.

El director Carlos Moreno (fotografía de elpais.com)
Carlos Moreno y Dínamo Producciones dan una vez más una muestra de gran cine; independientemente de lo que se piense sobre la forma como se transformó la inspiración que brindó la novela. Luego de asumir con responsabilidad el fervor que despertaron entre la gente, desde que se dio a conocer la noticia de que ¡Que viva la música! se llevaría al cine, tuvieron que afrontar en medio de ansias; esperas y críticas prematuras (que no se entienda inmaduras) que el público pudiera contemplar en las salas un nuevo "paso" en el camino que en algún momento inició "el grupo de Cali" y que hoy un grupo de nacionales, bajo la dirección de otros caleños, acompañados por algunos extranjeros, consolidarían, sin pretender sobrevalorar con conceptos ni definiciones una forma artística para que prime sobre otra. 


Paulina Dávila, la protagonista
(imagen tomada de semana.com)
No todos pueden sentir lo mismo por una película, así como es imposible interpretar la realidad de una misma y única manera. Frente a la pantalla, el éxtasis se apodera minuto a minuto de quienes somos testigos durante 100 minutos de la vigencia de la rebeldía. De ese sentir de que la calle ha de ser nuestro cómplice, nuestro exilio y nuestra cárcel; algo para aprender a confiar en uno mismo y al mismo tiempo para aprender a huir: sensación lograda gracias al montaje de la película. Es un relato urbano amplificado por el sonido de la belleza; esa que no se complace con la mentira inmaculada de la pureza ni de la quietud. Es una apariencia formada en los ideales del que sabe que quiere vivir hasta la saciedad, y que cuando no son suficientes los sentidos para hacerlo, recurre a la música porque ese arte tiene el poder de armonizar todas las sensaciones en un mismo cuerpo. Ese cuerpo que la escucha y que la interpreta como instrumento precioso, no apto para los hastíos, que a pesar de saber que todos los gustos no caben en una sala de cine, su alma se satisface en el caos que le propicia entender que todos existen más allá de su propia mente; de sus propios conceptos y de las mentiras donde acostumbra encontrarse. Es una experiencia fílmica que en varios momentos toma las formas del videoclip; donde la música se apodera de las escenas y las enriquece como una parte indescifrable de su guion. Es mirar la ciudad de Cali con la sospecha de que es y será la de siempre y hasta mejor de lo que se cree mientras sigan existiendo espíritus inquietos, dispuestos a dejar atrás lo que el cansancio de la sobriedad intentaría hacerles creer. Seres dispuestos a experimentar: a jugar con la imagen; con el sonido; con la noche; con el humo; con las palabras y sobre todo con la idea de grandeza que tienen de sigo mismos y de los demás; con la que comulgan pero no pueden negociar.

Guillermito y Clarisol Lemos
Carlos Moreno junto a Dínamo Producciones, acompañados por el legendario Gullermo Lemos (uno que sí conoció y fue amigo de Andrés Caicedo) Eduardo "la rata" Carvajal, el foto fija de la película (otro del parche), David Guerrero (pupilo de Carlos Mayolo) y un reparto de actores con papeles protagónicos, cuyos nombres no alcanzaría a mencionar pero que también hicieron lo mejor que pudieron -como en una gran familia-, tomaron la mítica novela y con ella hicieron lo que mejor saben hacer: cine. ¡Qué viva la música! es de esas películas que cuando se  estrenan, uno quiere volverlas a ver, y por la que se confirma, sin necesidad de pretender verdades absolutas, que Caliwood es, además de lo que fue en los años 70, un legado que se mantiene en el presente con una lista de directores y productores vallecaucanos que ya han dado mucho de qué hablar y mucho para mirar desde, por lo menos, los últimos 10 años.

¡Que viva la música! mantiene las emociones desde el principio hasta el final: recurre a la acción, al romance y a la violencia en dosis similares, logrando construir una nostalgia viva que se inserta entre los ojos del espectador gracias a una gustosa fotografía y una propuesta de arte que integra ambientes y elementos de distintas épocas. Aciertos técnicos y narrativos que cualquiera puede experimentar, conozca o no la obra de Caicedo, y que todos, especialmente los vivos tienen el derecho de compartir; de comentar y si les apetece, de destruir, como lo hizo Carlos Moreno por medio de su talento: con una película no apta para cierto tipo de egos, ni para un artificio "caicediano" que algunos pretenden defender con poca genialidad y muchos reclamos...

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