jueves, 5 de noviembre de 2015

En cines ¡Que viva la música!

por Carlos Campos

"Aprende a sabotear los cines" fue una de las frases del testamento implícito que Andrés Caicedo escribió al final de ¡Que viva la música! y que el director caleño, Carlos Moreno, siguió con mayor fidelidad para hacer su propia desadaptación de esta novela en la gran pantalla.

Fotografía de elpais.com
(Des)adaptar una novela a la que muchos, -no todos- consideran una obra maestra, que por supuesto tiene sus méritos en la historia de la literatura colombiana, no ha de ser una tarea fácil para ningún director. Desde el más experimentado; el que despierta mayor fervor entre espectadores, conocedores o desprevenidos, o el más osado de los desconocidos, tendrá en sus manos una labor que suele confundir a las mayorías: a veces se espera que una película que se basa en un libro sea un retrato vivo que permita redescubrir lo que el texto ya mostró. Ninguna gracia tendría considerar  así una adaptación. 

Por el contrario, atreverse a contar de nuevo y bajo otras formas un relato ya conocido, que ha despertado tanta devoción entre sus seguidores, es quizá una mejor forma de hacerle un homenaje a la obra literaria que se adapta, o como en el caso del director Carlos Moreno, una obra que se desadapta. ¡Que viva la música!, la película, se desadapta de principio a fin, y su autor, quien desde 1974 ya no está con nosotros, sería el testigo omnipresente de este sabotaje en lenguaje audiovisual; que ni su propia genialidad -la que conservaría en la época en que escribía sus obras-, le permitiría suponer en qué tipo de película se intentaría mostrar lo que fue su novela.

El director Carlos Moreno (fotografía de elpais.com)
Carlos Moreno y Dínamo Producciones dan una vez más una muestra de gran cine; independientemente de lo que se piense sobre la forma como se transformó la inspiración que brindó la novela. Luego de asumir con responsabilidad el fervor que despertaron entre la gente, desde que se dio a conocer la noticia de que ¡Que viva la música! se llevaría al cine, tuvieron que afrontar en medio de ansias; esperas y críticas prematuras (que no se entienda inmaduras) que el público pudiera contemplar en las salas un nuevo "paso" en el camino que en algún momento inició "el grupo de Cali" y que hoy un grupo de nacionales, bajo la dirección de otros caleños, acompañados por algunos extranjeros, consolidarían, sin pretender sobrevalorar con conceptos ni definiciones una forma artística para que prime sobre otra. 


Paulina Dávila, la protagonista
(imagen tomada de semana.com)
No todos pueden sentir lo mismo por una película, así como es imposible interpretar la realidad de una misma y única manera. Frente a la pantalla, el éxtasis se apodera minuto a minuto de quienes somos testigos durante 100 minutos de la vigencia de la rebeldía. De ese sentir de que la calle ha de ser nuestro cómplice, nuestro exilio y nuestra cárcel; algo para aprender a confiar en uno mismo y al mismo tiempo para aprender a huir: sensación lograda gracias al montaje de la película. Es un relato urbano amplificado por el sonido de la belleza; esa que no se complace con la mentira inmaculada de la pureza ni de la quietud. Es una apariencia formada en los ideales del que sabe que quiere vivir hasta la saciedad, y que cuando no son suficientes los sentidos para hacerlo, recurre a la música porque ese arte tiene el poder de armonizar todas las sensaciones en un mismo cuerpo. Ese cuerpo que la escucha y que la interpreta como instrumento precioso, no apto para los hastíos, que a pesar de saber que todos los gustos no caben en una sala de cine, su alma se satisface en el caos que le propicia entender que todos existen más allá de su propia mente; de sus propios conceptos y de las mentiras donde acostumbra encontrarse. Es una experiencia fílmica que en varios momentos toma las formas del videoclip; donde la música se apodera de las escenas y las enriquece como una parte indescifrable de su guion. Es mirar la ciudad de Cali con la sospecha de que es y será la de siempre y hasta mejor de lo que se cree mientras sigan existiendo espíritus inquietos, dispuestos a dejar atrás lo que el cansancio de la sobriedad intentaría hacerles creer. Seres dispuestos a experimentar: a jugar con la imagen; con el sonido; con la noche; con el humo; con las palabras y sobre todo con la idea de grandeza que tienen de sigo mismos y de los demás; con la que comulgan pero no pueden negociar.

Guillermito y Clarisol Lemos
Carlos Moreno junto a Dínamo Producciones, acompañados por el legendario Gullermo Lemos (uno que sí conoció y fue amigo de Andrés Caicedo) Eduardo "la rata" Carvajal, el foto fija de la película (otro del parche), David Guerrero (pupilo de Carlos Mayolo) y un reparto de actores con papeles protagónicos, cuyos nombres no alcanzaría a mencionar pero que también hicieron lo mejor que pudieron -como en una gran familia-, tomaron la mítica novela y con ella hicieron lo que mejor saben hacer: cine. ¡Qué viva la música! es de esas películas que cuando se  estrenan, uno quiere volverlas a ver, y por la que se confirma, sin necesidad de pretender verdades absolutas, que Caliwood es, además de lo que fue en los años 70, un legado que se mantiene en el presente con una lista de directores y productores vallecaucanos que ya han dado mucho de qué hablar y mucho para mirar desde, por lo menos, los últimos 10 años.

¡Que viva la música! mantiene las emociones desde el principio hasta el final: recurre a la acción, al romance y a la violencia en dosis similares, logrando construir una nostalgia viva que se inserta entre los ojos del espectador gracias a una gustosa fotografía y una propuesta de arte que integra ambientes y elementos de distintas épocas. Aciertos técnicos y narrativos que cualquiera puede experimentar, conozca o no la obra de Caicedo, y que todos, especialmente los vivos tienen el derecho de compartir; de comentar y si les apetece, de destruir, como lo hizo Carlos Moreno por medio de su talento: con una película no apta para cierto tipo de egos, ni para un artificio "caicediano" que algunos pretenden defender con poca genialidad y muchos reclamos...

Cineastas y artistas colombianos: dejen obra y mueran tranquilos

jueves, 8 de octubre de 2015

¡LA SARGENTO MATACHO SE ACERCA!

¡LA SARGENTO MATACHO SE ACERCA!

Por Carlos Alberto Campos

(imagen tomada de elheraldo.com)
La Sargento Matacho suena a leyenda. Es un vivo retrato del conflicto armado colombiano retomado desde sus orígenes, en el año de 1948; contado de una forma que no da lugar a evasivas ni a indiferencias y que reta a los espectadores a seguir su relato hasta el final. Es un desafío histórico que sorprende por su estilo y por su narrativa. Con un lenguaje audiovisual diseñado para asaltar y trasgredir las convenciones estéticas tradicionales del país, al tiempo que demuestra cómo se sembró la semilla de la violencia en los campos colombianos, y cómo los seres más naturales; las mujeres y los niños, han tenido que marchar bajo  la orden de hacerse vulnerables por decreto y política estatal.

Esta película se conquista a si misma y a los espectadores de manera contundente. Su guion se arma para mostrar en la pantalla, desde su lógica, la incoherencia de toda guerra cuando invita a algunos a defender su sangre a costa de verter la sangre de otros. Siendo este el mayor de los fracasos políticos que le ha sido legado a los pueblos y que la corrupción de su mismo sistema se encarga de legitimar (vea en la película como se inició la práctica de crear "falsos positivos" en Colombia). Este es uno de los temas que La Sargento Matacho trae a la luz del cine colombiano en una época como la actual, en la que es urgente identificar la lógica de la guerra y sus injustificadas causas como sus consecuencias.

Esta película es el resultado de una investigación de Pedro Claver Téllez, que se materializa en el guion final de Marco Antonio López Salamanca, William González y Matilde Rodríguez . Un dato curioso alrededor de La Sargento Matacho, fue que el equipo de producción se encontró, en un momento posterior al rodaje, con el escritor tolimense Alirio Vélez Machado  quien en 1962 escribió la novela La Sargento Matacho y que la dedicó " a todas las madres campesinas, enlutadas por el atropello de los mercenarios al servicio de los poderosos. También a aquellas mujeres que siguieron con los ojos cubiertos de lágrimas la dolorosa marcha de sus seres queridos hacia la negra zona de la muerte". Aunque la película no está basada en esta novela, hay que destacar que su autor fue victima de amenazas y persecuciones por haberse atrevido publicar esta obra.

Dirigida por el vallecaucano William González, egresado del programa de Comunicación Social de la Universidad del Valle, y producida por Alina Hleap de Enic producciones , esta película ha recibido hasta la fecha importantes galardones dentro y fuera del país. Entre ellos se encuentran el de mejor película del VIII Festival de Islantilla, en Huelva, España, así como el de mejor actriz, entregado a Fabiana Medina, quien le da vida a  la bandolera  Rosalba Velásquez (La Sargento Matacho). Adicional, ha recibido premios nacionales como el de Mejor Largometraje Nacional en el 1º Festival de Cine al Carrete- Tolima y otro reconocimiento por su producción en el Festival Internacional de Cine de Santander.


(fotografía tomada de elpais.com.co)


Con un reparto de primera conformado por , Damián Alcázar, Marlon Moreno, Juan Pablo Franco y Juan Pablo Barragán, entre otros, esta película despierta una sugestiva mezcla de sentimientos con acciones  como la venganza, la traición, el desarraigo, y muchas más que por desgracia abonaron los campos colombianos.



Antes de estrenarse  en las salas comerciales del país, muchos han tenido  la oportunidad de conocer esta película gracias a su participación en festivales. En el caso de Bucaramanga, el FICS 2015 contó con esta obra en su competencia oficial, donde fue presentada por su productora, la vallecaucana Alina Hleap Borrero. Ella compartió con los asistentes del festival algo de esa pasión que la motiva a hacer parte de la historia del cine colombiano, y la responsabilidad que se tiene al producir una película inspirada en hechos reales; que se convierte en una pieza clave para reflexionar alrededor de esa cultura de venganza y eliminación de los contrarios, que ideológicamente ha alimentado nuestro conflicto, agitando una bandera de cualquier color.


(Alina Hleap y William González. Fotografía de festivaldecinedecali.com)
Con una calidad comparable con la nobleza; esa que se encuentra en los actos donde se triunfa, no por conquistar a otros, sino por aprender a conquistarse a si mismo, La Sargento Matacho es una película de guerra que va más allá del combate gracias al discurso trascendental del séptimo arte. Aquí se utilizan infinidad de recursos para demostrar que la guerra se terminará cuando la sociedad pierda las esperanzas de desarrollarse y de realizarse por la imposición de la fuerza y de la opresión; una vez retome su camino para recuperar con dignidad, y no con sangre, lo que siempre le ha pertenecido: la vida y la libertad.

Como John Lennon nos lo dijo en 1969, hoy día más que nunca, es nuestro deber gritarlo a Colombia y al  mundo entero con amor: "ALL WE ARE SAYING IS GIVE A PEACE A CHANCE" "TODO LO QUE ESTAMOS DICIENDO ES DALE UNA OPORTUNIDAD A LA PAZ"

Asista al estreno de La Sargento Matacho, muy pronto en las salas de cine del país.

domingo, 9 de agosto de 2015

ANTES DEL FUEGO...CINE COLOMBIANO



ANTES DEL FUEGO...CINE COLOMBIANO

Por: Carlos Alberto Campos



Laura Mora
(imagen de ficcifestival.com)
Antes del fuego es una película colombiana  y al mismo tiempo es una invitación a tratar de entender, en medio de diferentes y confusas versiones, la realidad que hizo posible el crimen que sacudió al país hace ya casi 30 años: la toma y la retoma del palacio de justicia. Conocer e interpretar por qué la desinformación a veces fundamenta la versión oficial de lo que pasa en Colombia, es una de las tareas de este relato audiovisual de la joven directora Laura Mora y de la productora Laberinto.

(imagen de gustavoforeroquintero.com) 
Los hechos del Palacio de Justicia, sucedidos el 6 de noviembre de 1985 y atribuidos a un comando armado del movimiento insurgente M-19, han despertado durante años todo tipo de reacciones y señalamientos. Algunas personas cuestionan el accionar de la fuerza pública para frenar el asalto y tomar el control del lugar, y otros, naturalmente, condenan el acto terrorista del grupo revolucionario al tomar como rehenes no solo a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y a personajes del acontecer político de entonces, sino también a las llamadas “personas del común”  -esas que por cosas del destino trabajaban o se encontraban en el lugar, ignorando que serían protagonistas de la lamentable forma de proceder de algunos colombianos- en este caso de quienes ese día portaban las armas; daban las órdenes y las ejecutaban, ya fuera desde la Ley o en contra de ella.

La convulsión política que desde entonces como ahora, se vive en el país, se percibe en
Luis Fernando Hoyos
(imagen tomada de: m.pulzo.com)
una 
atmósfera bien lograda gracias a los componentes técnicos y narrativos que le dan vida a esta obra. La iluminación y el tratamiento del color crean un contraste tensionante entre ambientes cálidos y de relativa confianza que luego se cambian por la intriga que despiertan las imágenes de aspecto gris y frío. Algunos registros  dan la impresión de estar viendo la televisión de la década de los ochenta. Desde el principio somos asaltados por la intriga y poco a poco vamos descubriendo con desconfianza las actitudes opuestas que pueden tener dos integrantes de un mismo equipo. Nos encontramos con personajes que representan lo que se puede resumir de la siguiente manera: un periodista que encubre y un periodista que descubre e investiga; un militar guerrerista de oscuro proceder y un  militar patriota; un político oportunista e indiferente y un político ingenuo y al mismo tiempo víctima.

El montaje es otro factor fundamental en la emoción que genera esta historia. Desde el comienzo se adelanta lo que ya como testigos de nuestro país sabemos: la toma será un hecho. Sin embargo, la ágil secuencia narrativa con la que se avanza  hacia lo inevitable, pone al descubierto lo contradictorio; la paradoja que enfrenta la justicia cuando existe el negocio de la guerra, dejando de esta forma claro que la toma del Palacio fue algo anunciado.

Todo esto encarnado en las actuaciones de Luis Fernando Hoyos, Mónica Lopera, Jairo Camargo y Christian Tappan, entre otros, quienes de momento en momento nos sorprenden con diálogos excepcionales que dejan ver lo que subyace en nuestra realidad; haciendo una película con un trasfondo muy vigente en nuestra sociedad y urgente de atender por las actuales generaciones de colombianos.


(imagen de www.soopnest.com)
Antes del fuego hace en el cine uno de los más grandes homenajes a las víctimas de la toma del Palacio de Justicia. La película entrega valiosas pistas sobre el complot y sobre los distintos responsables quienes permitieron esa confrontación armada y su desastroso desenlace. También se convierte en una invitación a hacer uso libre de la desconfianza para analizar y reinterpretar una situación tan irracional como la que favoreció  que un grupo subversivo se tomara el Palacio de Justicia y que el Gobierno y el Ejército Nacional, en aras de tomar el control del lugar, no hicieran un alto al fuego para preservar la integridad de su propia gente, dando como resultado la muerte de más de setenta colombianos  y de otros más que desaparecieron sin dejar rastro.

jueves, 16 de julio de 2015

CARTA A UNA SOMBRA

(Análisis por Carlos Alberto Campos)


En Colombia existe cierta tradición que enseña a creer que las personas que asumen como propios los problemas sociales, que piensan y actúan motivadas por el bienestar colectivo, representan un inconveniente y hasta una amenaza hacia la amañada gestión que se establece como única y oficial cada vez que la bandera de cualquier color se ondea para llevar las riendas del Estado. Suelen suponer quienes piensan de esta manera, que estas personas no deberían compartir su mismo territorio, mucho menos cuando aquellos hacen públicos sus inconformismos, sus temores y sus dudas; eso es lo que algunos hacen creer desde el ejercicio del poder, valiéndose entre otras ayudas, de la voz de quienes ya convencieron de esta doctrina. Es la política mal entendida.

Esta  particular forma de difundir el conocimiento social se entrega y se recibe como herencia entre los pueblos que pretenden su desarrollo sin tener clara la utilidad del saber; entre quienes confunden el poder con la capacidad de destruir lo que no les ha de convenir; casi siempre dirigidos por seres que se preparan con precisión matemática para descontar del bien común el bien propio e individual, mientras se permiten reinar en una nación dividida por excelencia.

imagen de www.udea.edu.co/ 
La película documental recientemente estrenada en las salas de Cine Colombia, CARTA A UNA SOMBRA, permite compartir durante más de una hora las impresiones de una familia colombiana que en el pasado fue víctima de la intolerancia y de la maldad propiciada por este sistema de relaciones sociales: la familia de don Héctor Abad Gómez, su esposa, sus hijos y muchos a quienes en vida ayudó, que seguramente le estarán eternamente agradecidos. Esta familia, como tantas en el país, ha tenido que aprender a reconstruir su propia memoria con la intención de lograr un auténtico perdón. Algo que, aunque difícil, no ha de resultar imposible;  más aún cuando se trata de voltearle la cara a la violencia; una actitud necesaria para no ser nuevamente víctimas ni mucho menos victimarios; una forma de salir triunfantes de ese mundo absurdo al que de alguna forma se nos ha obligado a pertenecer a todos los colombianos.

Seguramente muchos saben quién era don Héctor Abad Gómez, otros lo conocieron desde la narrativa de su hijo Héctor Abad Faciolince en el libro El olvido que seremos, y otros lo pudimos encontrar al escuchar  su voz en este sentido homenaje que le hace el documental dirigido por su nieta, Daniela Abad y por Miguel Salazar.

Daniela Abad
imagen de www.jetset.com.co
Darse cuenta de que  un médico como don Héctor Abad Gómez, decidido  a utilizar el conocimiento con fines altruistas, empezó a trazar el camino que lo pondría frente a la mira de sus asesinos, por realizar acciones tan urgentes y heroicas  como informarle al Concejo Municipal que la leche que se le daba a los pobres en Antioquia se agrandaba con agua contaminada, es empezar a conocer al hombre de ciencia que vino a este mundo decidido a pensar y a actuar distinto.

A don Héctor Abad Gómez le advino  la tragicomedia del pensador: el que aprende a pensar, piensa distinto. Desde temprano decidió convertir la medicina en  algo  más que un prestigioso consultorio, un nombre o un estatus social. Por eso, convirtió su saber en  investigación para la sociedad y su ejercicio en activismo político. No se detuvo a hacerle la venia a ese  progreso, que desde entonces, como ahora, caminaba de la mano con la indiferencia hacia las cosas verdaderamente importantes, como preservar la vida y darle a todos los seres condiciones dignas para hacerlo.

banderaalreves
Imagen de yoamoacolombia.blogspot
Don Héctor Abad Gómez no dejó que el temor hacia los que predican el amor pero que administran la crueldad, lo detuvieran. Tuvo que enfrentar el facilismo de quienes propician que germine la ignorancia; cuyo discurso no va más allá de  alzar la voz para  señalar al que actúa diferente, y llevarse todos los aplausos. Ni siquiera fueron suficientes las ideologías que desde entonces se instauraron en el imaginario de los colombianos para poder entender a don Héctor Abad a quien desde las filas conservadoras lo veían como a un comunista, e irónicamente, desde las filas comunistas lo encontraban como un hombre bastante conservador. Y es que tal confusión solo es posible cuando estas dos ideologías tienen en común el bárbaro actuar que infligen cuando utilizan las vías de hecho. Es así como la izquierda y la derecha convergen en un mismo camino que se ha prolongado hasta llegar a nuestros días en los que, además, la política se hace no tanto con ideas, sino que se gestiona con mañas y negociadas estrategias en "fórmulas" de tarjetón.


Escribirle una carta a una sombra es un gesto fraternal que se traduce en la capacidad de aprender a entender y a vivir con lo insoportable; a habitar con  ello aunque se piense distinto y se actúe sin la intención de ser otro cómplice silencioso de los crímenes políticos que ejecuta la democracia falsamente vestida de seguridad. Se necesita  madurez para que la sabiduría encuentre lugar entre los hombres. Vivir y dejar vivir es aprender a aceptar que se puede estar tan equivocado como tener medianamente la razón y que ambas situaciones, por contrarias que parezcan, no deben llevar a nadie a buscar un ganador absoluto a punta de disparos, ni de calumnias, ni de propaganda oscura. 

lunes, 22 de junio de 2015

UN BAÚL CARGADO DE BUENAS INTENCIONES
(Carlos Alberto Campos)

La historia del baúl rosado, primer largometraje de la santandereana Libia Stella Gómez, protagonizado por Edgardo Román y Álvaro Rodríguez, es una película que logra mostrar, bajo la apariencia de una compleja historia policiaca, un universo de personajes comunes y muy característicos de diversos entornos sociales colombianos; esos entornos donde la gente se dedica a procurar, desde su cotidianidad, una oportunidad para demostrarse a sí mismos de lo que son capaces y hasta donde están dispuestos a llegar cuando descubren que no hay mayor misterio por resolver que revelar desde sí mismos aquello que le dará un nuevo sentido a su vida.

(tomado de programaibermedia.com)
Por eso, es inspirador encontrar un detective recto y dispuesto a ser intachable en su proceder, que quiere resolver un caso policial y que termina dándose cuenta de que lo que buscaba no era a un asesino sino un amor; un periodista  capaz de pasar por alto la ética de su profesión para ganar posición en un mundo que se informa con sus mentiras; un policía que se aprovecha de las circunstancias y del poder que le da la sociedad para impostar criminales a cualquier precio; y una mujer de finos modales, con muchas ganas de trabajar, que enfrenta un conflicto legal con los hijos de su difunto esposo quienes le reclaman un negocio que perteneció a su padre: un tradicional café donde, además, tiene que hacer frente a los  hombres que lo visitan; hombres que lideran un mundo en el que ella no encaja.

(tomado de programaibermedia.com)
Todos, transitando alrededor del misterio que guarda un baúl abandonado, impulsan  su deseo de conquistar el camino que cada uno ha elegido, y, como suele pasar en la cotidianidad, no importa qué tanto se pueda deformar la realidad para sentir estar cerca de esa conquista. Esta película logra mostrar, en un contraste de personajes con convicciones y actitudes contrarias, la inagotable lucha entre lo que se tiene y lo que se anhela.

Justo en esta situación se resalta el protagonismo de la mujer, representada por la actriz mejicana Dolores Heredia, en el papel de Martina, encarna la valentía y la decisión que  ha tenido que utilizar para sobrevivir y mantenerse de forma digna  en una sociedad enmarcada desde hace siglos en la ilusión de dominio y superioridad, falsamente ostentada por el hombre. Una situación tan vigente en  la actualidad como en los años cuarenta, tiempo en el que se ambienta La historia del baúl rosado.

Libia Stella Gómez
 ( tomada de http://www.dosdedosproducciones.com)
Gran película para el cine colombiano que pasará a la historia como un acto de valentía y decisión de otra gran directora como Libia Stella, quien armada  de   sensibilidad y acompañada de buen gusto, logra la complicada tarea de entregar una película de época a una sociedad como la nuestra, que necesita encontrarse a sí misma mientras se revisa en  novedosos relatos de cineastas que le apuestan a una experiencia fílmica de gran factura. Experiencia tan notable en esta película desde su casting, su propuesta narrativa, su musicalización y la  apuesta de su departamento de arte por ambientar la Bogotá de varias décadas atrás.

Gran parte de la mentalidad y la moralidad de la sociedad de entonces, supo guardarse en un baúl que a alguien se le ocurrió decir que era rosado y dejarlo abandonado en una estación de tren ante una multitud ansiosa por desnudar su contenido. Se dice que en el baúl venía el cadáver de una niña. En cierta ocasión, el detective Mariano Corzo (Edgardo Román) cree que va a encontrar al supuesto asesino de la niña y lo que encuentra es a un hombre que el único crimen que pudo haber cometido fue amar a una mujer menor que él; algo que aparentemente el detective Corzo jamás vivió con ninguna mujer, por lo que a esas alturas de su  vida, cuando el tiempo le demuestra su verdadero valor, no duda en subirse al tren donde se marcha Martina, la mujer que lo hizo sospechar sobre su capacidad de amar.

imagen de cinevistablog.com

domingo, 24 de mayo de 2015

EL ABRAZO DE LA SERPIENTE Y EL PRIMITIVO RELATO DEL CINE

Por: Carlos Alberto Campos  

El nativo se mueve por la selva cuidadosamente; él sabe que le han quitado algo, pero su conciencia le alerta  que aún le podrían arrebatar mucho más. Sus tierras, las tierras de sus ancestros y del universo han sido visitadas por hombres que no se comparan con las bestias y que desconocen  su territorio como desconocen el valor de la vida. La indeseable presencia de los visitantes y el color diferente de su piel se grabaron en la memoria del nativo como la imagen de un pueblo capaz  de hacerse daño a sí mismo y a sus semejantes; mientras transitan un camino de muerte, destrucción y  sometimiento que optaron trazar. 

(imagen tomada de elantepenultimomohicano)
Con el tiempo, para el hijo del Amazonas la tierra parecía ajena: las cosas ya no le hablaban, tampoco las piedras, ni los árboles le decían nada; porque los saberes que contenían las plantas y todo lo que existía, de repente, se habían convertido en la  mercancía de un pueblo invasor. Un pueblo para el cual  la ciencia, la ignorancia, la religión, el comercio  y el crimen,  hacían parte de una misma política que ahora se encargarían de extender por medio de su lengua; sus banderas; sus conceptos; sus armas y sus cristos.

Cuando las deidades de América transitaban por la selva, entre los indígenas, y por el espacio, con los espíritus, los demonios se abrieron paso entre los religiosos del catolicismo y entre los gobiernos, engendrando dos tipos de individuos que, por tradición heredada e infundada, se perpetuaron con quienes hoy día habitamos estas tierras. En aquel tiempo, como ahora, un pueblo entero podía sucumbir ante la palabra y el látigo  de un solo hombre. Sin embargo, también la nobleza de un solo hombre podía ser suficiente para transmitir el legado del conocimiento convertido en un don que favoreciera la vida de cualquier pueblo, logrando  reconciliar a los hombres con la naturaleza.

El abrazo de la serpiente, obra del arte cinematográfico,  de origen colombiano, no es una mercancía, y logra ser más que la joya de una corona. Es el resultado del trabajo consciente de un director y de una producción, motivados por conectar ese relato primitivo tan desconocido y tan olvidado por el público colombiano sobre su propia realidad; la realidad de su origen, y su repercusión en la situación actual, por lo menos en lo que a grupos étnicos, identidad y recursos naturales se refiere. Relato que sobrepasa los límites de la ficción y que pese a reflejar de alguna forma  algo que hoy día ocurre a lo  largo y ancho del país, es fácilmente silenciado por la inmediatez  de cuanto espectáculo permea el acontecer nacional: basta con seguir cualquiera de nuestros noticieros  para identificarlo.

La película, basada en las notas tomadas por los exploradores Theodor Koch-Grunberg, etnólogo de orígen alemán y el botánico estadounidense Richard Evan; quienes con 40 años de diferencia en sus travesías por la selva del Amazonas conocen al chamán Karamakate, se convierte en una interpretación de la relación de la cultura occidental con un mundo de saberes indescifrables encontrados en América. Esta vez, gracias a su director, Ciro Guerra, esta relación es concebida, no desde los mismos imaginarios occidentales ampliamente desarrollados por el cine y la televisión convencionales, sino descritos por medio del espíritu ancestral de los mismos nativos del Amazonas y por toda la luz de su universo, que como espectadores presenciamos  en la oscuridad de la sala de cine.

Imagen tomada de www.14ymedio.com 
Ciro Guerra sigue su camino reconstruyendo hombres y mitos e historias en el cine colombiano: ya lo hizo con La sombra del caminante (2004); con el juglar vallenato en Los viajes del viento (2009), y ahora lo logra una vez más con uno de los últimos guardianes de la selva en El abrazo de la serpiente, desde esta semana en cartelera en las salas de Cine Colombia.

Desde que el cine colombiano dejó de apostarle al lenguaje televisivo como única vía para atraer público a las taquillas y  recuperar la enorme inversión económica que implica hacer una película, hemos avanzado a pasos colosales en el encuentro y desarrollo de nuestras propias narrativas. Esta ‘nueva’ forma de concebir la cinematografía nacional no es reciente y ha sido demostrada por obras que apenas han pasado por las salas de exhibición del país pero que al igual que El abrazo de la serpiente se han llevado todos los elogios y reconocimientos por públicos extranjeros. Esta película ha sido catalogada como una de las diez mejores películas del festival de Cannes, evento en el que, luego de  recibir la ovación de diez minutos por parte de los 1.500 espectadores que vieron su estreno el pasado 15 de mayo, recibió el Premio Art Cinema Award a mejor película en la Quincena de Realizadores,  dada la calidad y el empeño que le imprimen sus realizadores por compartir con el mundo las verdaderas obras de arte del cine colombiano.


Que esto se ponga en duda o no, ya es un asunto de gustos, aunque en  algunos casos, para reconocer los logros de  nuestra cinematografía, la condición es de estar o no bien informados…

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