jueves, 16 de julio de 2015

CARTA A UNA SOMBRA

(Análisis por Carlos Alberto Campos)


En Colombia existe cierta tradición que enseña a creer que las personas que asumen como propios los problemas sociales, que piensan y actúan motivadas por el bienestar colectivo, representan un inconveniente y hasta una amenaza hacia la amañada gestión que se establece como única y oficial cada vez que la bandera de cualquier color se ondea para llevar las riendas del Estado. Suelen suponer quienes piensan de esta manera, que estas personas no deberían compartir su mismo territorio, mucho menos cuando aquellos hacen públicos sus inconformismos, sus temores y sus dudas; eso es lo que algunos hacen creer desde el ejercicio del poder, valiéndose entre otras ayudas, de la voz de quienes ya convencieron de esta doctrina. Es la política mal entendida.

Esta  particular forma de difundir el conocimiento social se entrega y se recibe como herencia entre los pueblos que pretenden su desarrollo sin tener clara la utilidad del saber; entre quienes confunden el poder con la capacidad de destruir lo que no les ha de convenir; casi siempre dirigidos por seres que se preparan con precisión matemática para descontar del bien común el bien propio e individual, mientras se permiten reinar en una nación dividida por excelencia.

imagen de www.udea.edu.co/ 
La película documental recientemente estrenada en las salas de Cine Colombia, CARTA A UNA SOMBRA, permite compartir durante más de una hora las impresiones de una familia colombiana que en el pasado fue víctima de la intolerancia y de la maldad propiciada por este sistema de relaciones sociales: la familia de don Héctor Abad Gómez, su esposa, sus hijos y muchos a quienes en vida ayudó, que seguramente le estarán eternamente agradecidos. Esta familia, como tantas en el país, ha tenido que aprender a reconstruir su propia memoria con la intención de lograr un auténtico perdón. Algo que, aunque difícil, no ha de resultar imposible;  más aún cuando se trata de voltearle la cara a la violencia; una actitud necesaria para no ser nuevamente víctimas ni mucho menos victimarios; una forma de salir triunfantes de ese mundo absurdo al que de alguna forma se nos ha obligado a pertenecer a todos los colombianos.

Seguramente muchos saben quién era don Héctor Abad Gómez, otros lo conocieron desde la narrativa de su hijo Héctor Abad Faciolince en el libro El olvido que seremos, y otros lo pudimos encontrar al escuchar  su voz en este sentido homenaje que le hace el documental dirigido por su nieta, Daniela Abad y por Miguel Salazar.

Daniela Abad
imagen de www.jetset.com.co
Darse cuenta de que  un médico como don Héctor Abad Gómez, decidido  a utilizar el conocimiento con fines altruistas, empezó a trazar el camino que lo pondría frente a la mira de sus asesinos, por realizar acciones tan urgentes y heroicas  como informarle al Concejo Municipal que la leche que se le daba a los pobres en Antioquia se agrandaba con agua contaminada, es empezar a conocer al hombre de ciencia que vino a este mundo decidido a pensar y a actuar distinto.

A don Héctor Abad Gómez le advino  la tragicomedia del pensador: el que aprende a pensar, piensa distinto. Desde temprano decidió convertir la medicina en  algo  más que un prestigioso consultorio, un nombre o un estatus social. Por eso, convirtió su saber en  investigación para la sociedad y su ejercicio en activismo político. No se detuvo a hacerle la venia a ese  progreso, que desde entonces, como ahora, caminaba de la mano con la indiferencia hacia las cosas verdaderamente importantes, como preservar la vida y darle a todos los seres condiciones dignas para hacerlo.

banderaalreves
Imagen de yoamoacolombia.blogspot
Don Héctor Abad Gómez no dejó que el temor hacia los que predican el amor pero que administran la crueldad, lo detuvieran. Tuvo que enfrentar el facilismo de quienes propician que germine la ignorancia; cuyo discurso no va más allá de  alzar la voz para  señalar al que actúa diferente, y llevarse todos los aplausos. Ni siquiera fueron suficientes las ideologías que desde entonces se instauraron en el imaginario de los colombianos para poder entender a don Héctor Abad a quien desde las filas conservadoras lo veían como a un comunista, e irónicamente, desde las filas comunistas lo encontraban como un hombre bastante conservador. Y es que tal confusión solo es posible cuando estas dos ideologías tienen en común el bárbaro actuar que infligen cuando utilizan las vías de hecho. Es así como la izquierda y la derecha convergen en un mismo camino que se ha prolongado hasta llegar a nuestros días en los que, además, la política se hace no tanto con ideas, sino que se gestiona con mañas y negociadas estrategias en "fórmulas" de tarjetón.


Escribirle una carta a una sombra es un gesto fraternal que se traduce en la capacidad de aprender a entender y a vivir con lo insoportable; a habitar con  ello aunque se piense distinto y se actúe sin la intención de ser otro cómplice silencioso de los crímenes políticos que ejecuta la democracia falsamente vestida de seguridad. Se necesita  madurez para que la sabiduría encuentre lugar entre los hombres. Vivir y dejar vivir es aprender a aceptar que se puede estar tan equivocado como tener medianamente la razón y que ambas situaciones, por contrarias que parezcan, no deben llevar a nadie a buscar un ganador absoluto a punta de disparos, ni de calumnias, ni de propaganda oscura. 

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