Por
Carlos Alberto Campos Tapias
No
se sabe qué fue primero: ¿la admiración o la envida? Una frontera imaginaria
que, aparentemente, separa estos dos sentimientos desde el discurso de la
mente, termina por disolverse, apoderándose de cada órgano y cada tejido. Y
entonces, la gente -llevando consigo esta confusión en cada paso y cada respiro-,
termina saludándose en la calle, cortés y temblorosamente, con aquel que
considera “su competencia” o incluso su enemigo. Y la vida continúa.
Dicen
que el deseo es una forma elevada de admiración; una práctica que encierra o
libera sensaciones, suficientes para motivar a alguien a conquistar aquello que
a simple vista parece no ser fácil de lograr. Desear algo o a alguien no
requiere de experiencia, e ir tras su satisfacción implica valentía y, aunque
no todo lo que se desea resulta conveniente, siempre impulsa a las personas a superar
las expectativas que tienen de sí mismas.
Es
cierto que gran parte de la humanidad ha abierto los ojos frente a la
denominada “fiesta brava” y con orgullo y valentía rechaza este tipo de
espectáculos donde se sacrifica una vida, totalmente inocente, en aras de una
cultura pretenciosa y decadente. Sin embargo, no se puede negar la admiración
que despierta aquel que emplea su vida en realizar sus sueños, porque esto
implica esfuerzo, sacrificio y una buena dosis de nobleza, como en el caso del recordado
torero colombiano, José Humberto Eslava Cáceres, mejor conocido como Pepe Cáceres.
Pepe Cáceres, la película, es el homenaje que su propio hijo: el actor y director Sebastián Cáceres, le hace a este ser humano, que desarrolló su carrera desde 1950, y que desde las limitadas posibilidades que le brindaba su pueblo y su entorno familiar, decidió desde niño saltar al ruedo y conquistar ese mundo donde se encontraba consigo mismo a través del toreo. Una tarea nada fácil, especialmente para un matador como él, que lidiaba con el recuerdo de la forma como vio morir a su padre, lo que quizá redundaba en su deseo de salvarle la vida al toro, cada vez que el animal despertaba su respeto y admiración en medio de la faena.
Esta película ingresó a la historia del cine colombiano desde el pasado 19 de enero del presente año (2023). Su propuesta fotográfica y su guion es admirable y en algunas escenas es fácilmente reconocible la cercanía de su imagen con las pinturas de grandes exponentes de la historia del arte. Pepe Cáceres, además de ser codirigida por su hijo, junto al productor Camilo Molano Parra, es también protagonizada por él, haciendo mayor este homenaje, gracias a la magia que una profesión tan diferente del toreo, como es el cine, le permite disfrutar a cualquier espectador.